Cap-12 En el baño, sola y a oscuras…

Esa noche fue la fiesta, conocí a Luz, de modo que prácticamente me olvidé de Helena. Pobre muchacha, menudita, delgada, morena, de rizos y melena corta, con manos finitas, pequeñas y delicadas, aunque a la vez rudas, curtidas de trabajar y mover cajas y carros, de andar con precintos que lo mismo había que quitarlos, que ponerlos, o recogerlos del suelo y hacer una bola tras desprecintar medio centenar de cajas. Tenía unos brazos delicados y velludos, que me atrajeron tanto cuando la conocí como sus ojos, marrones. Era bella, pese a ser la antítesis de una tía buenorra, o de la misma Luz. Era interesante y misteriosa, despertando un enorme sentimiento de atracción en mí… y deseaba de verdad conocerla más y averiguar miles de cosas sobre ella.

Pasó cierto tiempo antes de que nos volviéramos a cruzar, ella estaba reponiendo tarros de legumbres cocidas y yo pasaba de haber cogido un bocadillo de tomate, cebolla y lechuga.

Me limité a decirle;

– Hola, Helena!

Y seguí mi camino, disimulando el hecho de haberle mirado descaradamente el culo mientras se agachaba para reponer más tarros de garbanzos.

Detrás de mí sólo escuché «Hola» y nada más, de modo que seguí, pagué y ya me estaba yendo cuando oigo su voz, diciendo;

– Perdona un segundo, pue…

Me giré a mirarla y le dije, interrumpiéndole;

– Dime, Helenita… y ahí me di cuenta de que, quizá, me había tomado una confianza excesiva que no debía.

– ¿Puedo hacerte una pregunta? Susurró, cerca de mí, sin dejar a penas espacio vital entre las dos. Y asentí para que siguiera.

– ¿Aún esperas que te llame, quiero decir, que he dejado pasar tanto tiempo y hace tanto tiempo que no te veía por aquí, que igual crees que ya no te iba a llamar, no?

Sonreí y no dije nada… y ella siguió;

– Es que igual te parece mal pero perdí el teléfono, el papel donde lo anoté… y estaba esperando verte un día que hubiera poca gente, o algo, para decírtelo. Que sí, que le he dado muchas vueltas, lo he pensado mucho, lo siento, pero al final esperaba poder llamarte… de hecho hoy tengo 1h libre entre el turno de mañana y el de tarde. Y mañana estoy de mañana y salgo a las 15h. Si te parece bien quedar, con que estés en la puerta, a las 15h, hoy o mañana, ya hablamos.

Y se empezó a distanciar despacio y sin dejar de mirarme. Yo no dije nada, asentí con la cabeza, en silencio, giré la cabeza para mirar la puerta y el entorno, y empecé a desplazarme de lado hacia la puerta, mirándola a ella, a Helena.

Entonces las puertas de cristal se deslizaron para abrirse y fue cuando me giré y ella también…

Cuando llegué a casa miré aquí y allá, en la cocina ya sabía lo que había, una alacena con comida, en el salón, en una estantería, lucía el casco de fútbol americano que Luz había usado para venir a conocerme a mi fiesta. En el cuarto de invitados estaba la camiseta de fútbol americano enmarcada, Luz me la había regalado por mi cumpleaños, era un marco enorme, la camiseta estaba rodeada por un mosaico de fotos de Óscar Sierra y su apellido estampado en la espalda le hacía honores. Me puse el casco y descolgué el marco, me fui con ellos al baño y me encerré a oscuras, sentada en el suelo, sola. Hasta que decidí encender una vela aromática, a mí siempre me han apasionado las velas; mis preferidas son las de Baumé, las que hace Esteban en Ribeira, el mismo del Jabón del Camino. De modo que abrí la última caja que estaba todavía sin estrenar y con la vela iluminando el marco de la camiseta de Sierra y conmigo sentada enfrente, dando cabezazos con el casco en la toalla que había colgada en el toallero me puse a reflexionar.

¿Realmente qué iba a hacer, acaso tenía que pensarlo, era real mi duda, qué me estaba pasando? ¿Qué estaba pasando por mi cabeza, y en mi corazón?

(Continuará…)

«Hay una luz en el baño»por Antía Trans

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