Cap-10 Y la luz se me apagó…                                                                                 

Días después le regalé un pijama, le había asignado unas sábanas y había complementos alimenticios para deportistas de alto rendimiento en un estante de una alacena de mi cocina. Luz pasaba conmigo todo el tiempo que podía, aunque no fuera mucho, pero el resto del tiempo nos teníamos presentes por medio de mensajes en el móvil o el ordenador.

Sin darme cuenta había llegado un momento en el que Luz prácticamente se había instalado en mi apartamento… en la cocina había una alacena llena de comida y suplementos nutricionales para deportistas que ella llenaba y vaciaba casi al mismo ritmo.

Yo era feliz, la verdad, pero a veces me daba por pensar en mi independencia, mi libertad, mi soledad y mi intimidad. Todas estas cosas se habían evaporado al irse integrando ella en mi vida, y era genial, yo solía dormirme muchas noches en mi cama y me despertaba con ella abrazada a mí velando mi sueño, inmóvil y temerosa de caerse de la cama. Era mi cama individual y sus abrazos eran geniales, pero era «mi» cama y me sentía algo invadida.

A veces Luz llegaba temprano, cenábamos juntas y nos íbamos a dormir a la otra cama, que era más grande, donde la cosa ya cambiaba. No era mi cama, ni la de ella, y había espacio suficiente para las dos, podíamos elegir si dormir abrazadas o separadas, sin riesgo de caernos. E incluso era agradable a veces girar en medio de la noche, en pleno sueño, y encontrarse alguna extremidad de su cuerpo extendida en el colchón… era inconsciente pero lo normal era abrazarnos, seguir esa extremidad hasta encontrar el resto de su cuerpo desnudo entre las sábanas y sentir cómo ese encuentro casual se volvía una búsqueda mutua, por parte de ambas, acabando en un abrazo intenso e íntimo para seguir durmiendo sin ser conscientes, a penas, de haberlo hecho.

Ella siempre me decía que dormía mejor, más profundamente, cuando dormía conmigo… y que si yo me iba, que a veces lo hacía en medio de la noche, me despertaba y sigilosamente me levantaba de esa cama y me iba a la mía a terminar la noche, solía despertarse con frío y con sensación de haber dormido menos, o peor.

Luz era muy mimosa, era muy cariñosa, muy afectiva y se entregaba incansable a maratones de besos y caricias. Era todo muy casto, primaba sobre todo el respeto a mi asexualidad y, sinceramente, creo que ella se sintió cómoda en esa modalidad de relación. Porque cuánto más nos conocíamos y hablábamos, más evidente era que sus satisfacciones personales y físicas provenían del deporte, allí era donde se entregaba apasionadamente a sus entrenamientos y ejercicios, a sus competiciones y logros. Cada 50grs. más, eran una victoria, una alegría, su satisfacción más plena. Equiparable a sentir un orgasmo, por eso era que luego, tras el primer disgusto, nunca mostró interés alguno por explorar el sexo conmigo.

Habíamos acordado que dependiendo de si hacía frío, o no, dormiríamos con pijama o sin él, pero nunca totalmente desnudas. Y alguna vez, de esas veces que yo me iba a terminar la noche en mi cama, sola, había visto a Luz despertarse desnuda en la otra cama que compartíamos… si me daba tiempo a despertarme antes que ella me gustaba llevarle el desayuno a la cama, como hiciera ella la primera mañana que compartimos, tras conocernos al acabar mi fiesta de disfraces en Febrero. Y era entonces, al llevarle el desayuno, que me la encontraba sin pijama, ni ropa interior. Decía que era un acto de rebeldía, en respuesta a mi cambio de cama. Pero enseguida se ponía la ropa y el pijama y desayunábamos juntas… era un momento feliz, tierno y disfrutábamos de compartirlo cuantas veces podíamos. Habíamos sintonizado y poco a poco llegamos a sincronizarnos. Ni que decir tiene que había mañanas, muchas, que nos encontrábamos en el pasillo, yendo las dos a ver si la otra estaba durmiendo todavía. Y en ese caso desayunábamos en la cocina y hasta nos duchamos juntas alguna vez, por la mañana.

Nos queríamos, yo la quería mucho, creo que estaba enamorada de ella, y me sentía muy querida por ella. No faltaban besos, ni miradas, ni afecto, nada… y era todo fantástico. Pero a veces me daba por pensar, y hablaba con Sofía de estas dudas. Ella seguía siendo mi BAE, aunque nos viéramos menos, pero no por ello había distancia alguna entre nosotras, ni celos, nada… negativo no hubo nada, al contrario, encontrar y conocer a Luz había sido infinitamente positivo para todas.

Menos para Helena…

(Continuará…)

«Hay una luz en el baño»por Antía Trans

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.