Cap-9                Quiero intentarlo…

Antes de terminar mi frase ella se incorporó, me miró a los ojos y dijo:
– Quiero intentarlo…
Temí dar el siguiente paso, era complicado acertar, lo fácil era errar y meter la pata. Pero aún así no salió mal. Decidí empezar por hablarle de cómo en la adolescencia conocí la palabra “lesbiana” y supe que yo era eso. No se trataba de una elección, a no ser que lo viésemos al revés, el lesbianismo me escogió a mí. Todas las demás orientaciones afectivo-sexuales se definen mediante una palabra compuesta de un prefijo y una raíz, homo+sexual, hetero+sexual, pan+sexual, demi-sexual, a+sexual… sólo las lesbianas se distinguen del resto al no incluir la raíz “sexual” en su denominación. Y yo de sexual tengo poco, soy una persona muy afectiva, creo profundamente en el amor romántico, incluso con todos sus tópicos. Pero el tránsito social había hecho que llegase a dudar, la idea de salir con chicos trans me rondó la cabeza (y el corazón) en más de una ocasión. Sin ir más lejos me había enamorado platónicamente de Óscar Sierra cuando lo vi en las notas de prensa que se publicaron sobre su permiso deportivo para jugar al Fútbol Americano en el equipo masculino.
No le conocía y me parecía un encanto, vale, hasta podía ser mi hijo, por la edad, pero le admiraba tanto, con tanta intensidad y emoción que (aunque suene grosera) me mearía en las bragas de la emoción si me lo presentaran.
Luz sonrió, me miró profundamente a los ojos y me dijo que lo sabía sólo de haberme leído en las entrevistas hablando de él, de su ejemplo, de su inspiración, completamente necesaria para dar mi paso hacia la integración deportiva. Se podía averiguar en el testimonio que publicó la Revista MiraLES en Octubre, anticipándose a la aparición de su noticia, y que sabiendo que lo escribiste en Agosto todavía tiene más peso. Ahí ya mencionas tus ganas y deseo de integrarte en un equipo de Voleibol, porque en el instituto pudiste entrenar pero sin jugar.
Es comprensible que lo de Óscar te motivase y te inspirase, pero tú ya tenías tu propio impulso y hormigueo dentro de ti, tía, de modo que estoy convencida de una cosa;
– Lo habrías hecho igualmente, incluso sin que Óscar lo hubiera hecho.
Y pasamos un par de horas abrazadas en el sofá hablando, nos besamos poco esa noche, nos contamos muchas cosas. Yo había sucumbido a la presión social y desde los 12 ó 13 años había mantenido varias relaciones con chicas a las que me gustaría haberme parecido, salvo en una cosa, que ellas querían estar con chicos, no eran lesbianas. Con el paso de los años, esas relaciones fracasaron una tras otra por la falta de interés e iniciativa hacia lo meramente sexual. Surgió la duda, pasado el tiempo, y probé a salir con algunos chicos durante casi cinco años de mi vida, no fueron muchos, tampoco duraron mucho, salvo dos, de modo que se demostró que realmente repudiaba a los chicos, sentía un recelo natural hacia ellos y hacia su deseo de estar con chicos. No era homofobia, porque yo también era parecida a ellos, pero sin duda recuerdo ocasiones en las que me sentía tan fuera de lugar que me comportaba como si quisiera agredirles, como si les odiase, pero sólo necesitaba alejarme yo de ellos, nada más.
Luz se durmió… la descalcé y la tapé con una manta. Me quedé a su lado mirándole y contemplando su estado de ausencia y confianza plena. Me pareció hermoso, bello, que existiera esa conexión tan fuerte e intensa, en tan poco tiempo, que permitía que ella hoy, la noche anterior yo misma, nos entregásemos a dormir de un modo tan plácido, tan profundo, estando en los brazos de la otra.
Yo no me atreví a intentar llevarla a la cama, y debido a mi lesión no me pude quedar en el sofá a dormir junto a ella, de modo que la velé hasta que pude y luego me despedí para irme a la cama. Sin querer la desperté, aunque me gustó hacerlo, ella me abrazó y enseguida se levantó y arrastró los pies por el suelo de madera hasta el dormitorio. Iba delante de mí, apoyándose en las paredes, yo la seguía con mis muletas. Se quitó el pantalón del chándal y se metió en la cama semidesnuda. Para seguir durmiendo, como si no hubiera sido consciente siquiera de haber caminado por sí misma.
Me recosté a su lado y me dormí yo también. Aunque antes comprobé que tenía su móvil apagado y le mandé un mensaje por WhatsApp para que lo leyera al despertar, o cuando lo encendiera.
(Continuará…)
«Hay una luz en el baño»por Antía Trans

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