Hola habitantes del andamio,a partir del dia de hoy y en una columna semanal cada viernes tendremos un capitulo del relato “Hay una luz en el baño”de nuestra andamiera Antía Trans.
          Cap-1                     ¿»Se ha quedado una luz en el baño»?
Cuando por fin se acabó la fiesta cerré la puerta y evalué el desorden del piso, no era mucho, pensé que iba a ser peor… no sé cómo se me ocurrió organizar una fiesta de disfraces en mi casa. Bueno, sí, estaba impedida, con muletas, reposo obligatorio y esas prescripciones típicas que hacen los médicos cuando tienes un doble derrame suprapatelar en la rodilla y eres una deportista a quien los medios de prensa van a ver a sus partidos. Bueno, al de debut…
Un sonido tan cotidiano y doméstico como la cisterna del servicio me devolvió a la realidad, me había quedado abstraída por un momento, pensando en la Súperliga Femenina de Voleibol, de modo que caminé entre el confeti y las serpentinas por el piso, llegué a la puerta del baño y se abrió delante de mí… iba disfrazada de jugador de fútbol americano con una camiseta 4XL de los Hurricanes de Zaragoza, con el apellido SIERRA en la espalda. Bonito disfraz, le dije. Era un comentario sarcástico, cargado de intención… igual a ella le hacía gracia lo de la transexualidad en el deporte, pero a mí no mucha, no si se hace para burlarse.
Y se presentó:
– Me llamo Luz, soy amiga de Isa, de Alba y de Raquel. Nos presentaron cuando llegamos a la fiesta pero luego me senté en un rinconcito y supongo que a nadie le apeteció hablar conmigo, porque nadie lo hizo, y a nadie le importó que me sentase mal algo que comí y creo que he terminado de reponerme un poco tarde. Lo siento. Si ya se ha marchado todo el mundo supongo que debo irme.
Luz era alta y delgada, a duras penas se podían ver sus brazos y parte de las piernas debajo de la camiseta súper grande de fútbol americano, su pelo era moreno, muy oscuro, liso como si fuera oriental, ojos marrones oscuros, intensos, su mirada era dulce y amigable. Su voz resultaba familiar, aunque no la hubiera escuchado nunca, era de esas voces que no destacan por nada y hablaba como si no quisiera molestar o hacer ruido al decir lo que pensaba. Sus labios eran esculturales, casi perfectos, como de una estatua de mármol, pero viva, si me descuido me hubiera descubierto mirándole embobada mientras hablaba.
No lo pude evitar, le dije que se podía quedar, si le apetecía charlar un rato… y se quedó, pero antes me ayudó a recoger parte de los desperdicios y llevarlos a la cocina, así la sala parecería limpia por la mañana y sólo quedaría pendiente la cocina. En verdad, antes de hacerlo me pidió permiso para quitarse el disfraz, como si fuera necesario pedir permiso para algo así. Y claro que le dije que sí, le ofrecí un hueco en el armario del hall y colgó en una percha la camiseta con la armadura de plástico y cartón que llevaba debajo. También guardó el casco reglamentario que complementaba el disfraz.
Y apareció una chica atlética, con más biceps que yo, que siendo trans no se podía decir que no tuviera unos buenos biceps, pese a que entendí entonces el disfraz, se trataba de parecer más pequeña dentro de aquella armadura, pero posiblemente era de su talla o bastante ajustada, cuando terminamos le pregunté. Una camiseta de tirantes anchos como las que yo llevo en los partidos de voleibol era casi todo lo que llevaba debajo, eso y unos microshorts vaqueros de color negro.
Nos sentamos en el sofá gris marengo que preside mi salón, extendimos las banquetas, nos recostamos, encendimos una lámpara auxiliar y dejamos que el resto quedase en penumbra. Hasta que nuestra vista se acostumbró y la luz de la calle resultaba casi excesiva. Le volví a hablar del disfraz, ahora esperando una respuesta, y le dije que ir “de deportista transexual” a una fiesta organizada por una deportista trans… tenía cierto tono de burla. Me dijo “soy fan tuya desde que saliste en la prensa, y ya te dije que soy amiga de Isa, de Alba y de Raquel, me pareció ocurrente, pero en absoluto pensé en burlarme.” y se disculpó si acaso me había parecido una burla. Me contó que estaba preparando unas oposiciones, pero que también trabajaba en una compañía de seguros, y luego entrenaba muy duro en uno de sus dos deportes favoritos. Viviendo en Galicia el segundo lo practicaba sólo en verano, porque el mar suele estar menos frío, o eso le parecía a ella. Me hizo gracia escucharla hablar con tanta naturalidad y sin reparo de sus complejos al ponerse el bikini o un bañador, y cosas de esas… se dio cuenta de que me estaba riendo por lo bajo y entonces estallamos en una carcajada conjunta. Se disculpó pero le dije que ni de broma debía hacerlo, cada una tiene los complejos que tiene, yo los propios de una transexual, ella los propios de una campeona de halterofilia deportista desde muy joven.
Sintonizamos bien, hablamos de esos complejos un rato, reímos y sin darnos cuenta acabamos recostadas en el sofá la una sobre la otra.    (continuara)
«Hay una luz en el baño» por Antía Trans

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