Hoy, 17 de mayo, es el Día contra la homofobia y la transfobia. Pero, como este post lo escribe una lesbiana, va a centrarse sobre todo en el lesbianismo, que es lo que más conoce
«Para que el deseo femenino pueda ser dicho es preciso trastornar el orden del discurso, abrir un espacio para un discurso otro […]. Lo que ha sido excluido por el orden simbólico (patriarcal) puede, de hecho, ser simbolizado de una manera diferente.»

ARÁNZAZU HERNÁNDEZ PIÑERO, Amar la fluidez, pp. 30-31

Creo que antes de caer en palabras que suenen a universales e inamovibles he de explicar desde dónde hablo: hablo como una persona a la que asignaron al nacer los genitales  y el rol de mujer. Rol que juego muy a mi modo según me dé. Voy descubriéndome como mujer, aun sabiendo que “mujer” es un artificio cultural que actualmente puede llegar a ser extremadamente violento, y que llega a oprimir a cuerpos (la intersexualidad es uno de los casos más drásticos) y a avergonzar a otras subjetividades (trans). Aun sabiendo que “mujer” se puede utilizar como arma arrojadiza para imponer cómo han de ser y cómo no tienen que ser personas muy concretas, opino que puedo definir “mujer” como me dé la gana, ampliando aún más el concepto. Como feminista, entiendo que los ataques machistas no me dejan de afectar por ser bollera. Pienso que los conceptos no deberían oprimir a las personas. Y sé que toda esta lucha es política, puesto que no puedo obviar que hay todo un aparato que se mueve entre discursos que crean realidades, que imponen comportamientos. Discursos machistas, homófobos y tránsfobos que se enseñan de manera tan sutil que no nos damos cuenta de su presencia hasta que en cierta situación se accionan y tomamos conciencia de ellos. Discursos que se ensañan contra todas las personas, aunque afecten de modo diferente a las privilegiadas y a las oprimidas. Discursos que, siendo totalmente culturales, totalmente creados, tienen unas consecuencias bien reales y tangibles: desde el odio a nosotrxs mismxs y el ocultamiento de nuestra personalidad. Una de las cosas que más me sorprende es que estos discursos no varíen apenas, estén casi intocados, casi siempre iguales, da igual si vienes de una familia religiosa o “progre”.

Pensar en nuestra no-heterosexualidad, en nuestra “anormalidad”

Trato como la «normalidad» lo que la norma del régimen de la heterosexualidad obligatoria impone a todos los cuerpos a través de la familia (sea religiosa o “progre”), las amistades, el lenguaje en que «marica» o «marimacho», entre otras miles de palabras, son tratadas como insultos para nombrar a las muy diversas personas que se atreven a cuestionar su heterosexualidad. Pienso que si me apropio de un insulto, si me llamo “tortillera”, “desviada” orgullosamente, quito la posibilidad de que se me pueda intentar herir con una palabra de la que yo me he apropiado. Sé que me pueden llamar así: que lo hagan. Esa palabra perderá su poder de hacer daño.

Raíz común, un sexo a partir del cual viene un rol determinado, un comportamiento de clase sexual: creación de individuos a partir de normas sociales. Como son ridículos roles del tipo blanco-negro y son tan estrechos que nadie es capaz de cumplir su rol por mucho que se esfuerce, hay disidencias.

En la raíz del problema de la homofobia y la transfobia tenemos la división cultural hombremujer, que prácticamente son “dos especies diferentes” en su comportamiento, sus juegos, deportes, estudios, trabajos, competencias…
¿División cultural? Sí: hay culturas en que hay incluso cinco sexos, alrededor de los cuales la sociedad se estructura. Nuestra sociedad sigue sin comprender la intersexualidad, que “”biológicamente”” existe (PERO es una cultura determinada, la nuestra, la que lo lee así, por eso lo digo con muchas comillas), pero que socialmente es muy complicada (¿cómo criamos a esta personita?), lo cual a mi juicio revela las potencialidades de ruptura y creación de alternativas no fijas, sino fluidas.
Porque el sistema sexo-género (que asigna un sexo determinado a los diferentes genitales en un rango de sexos establecidos socialmente, que pueden llegar a ser incluso cinco. Este sexo abstracto y cultural no es “inocente” y “vacío”, no nos deja libertad de movimientos, puesto que viene con una asignación de roles sociales y una heterosexualidad obligatoria: se te presupone la heterosexualidad y se te cría para ser heterosexual, lo cual nos mete en la cabeza un montón de homofobia, transfobia, bifobia, lesbofobia… de la que tendremos que tomar conciencia para quitárnosla de encima si queremos aceptarnos) puede ser muy útil para organizar las sociedades primitivas. Pero lo que oprime, por su rigidez, es tan inaceptable que hace necesario probablemente abandonar este sistema para vivir en un espacio habitable y deseable. Hay mundo más allá de las etiquetas hombre, mujer, heterosexual u homosexual. Estas etiquetas fueron inventadas, y de este modo, pueden inventarse o reinventarse las etiquetas. Pueden jugarse roles que las desborden para que no nos opriman.
Hay muchos modos de vivirse como lesbianao como hombreque no tienen por qué incluir opresiones y jerarquías: hay chicas jugando al rugby y chicos que se dedican a la danza. Como decían en un anuncio de fútbol americano contra la homofobia, los deportes (esto podría incluir juegos y a comportamientos no opresivos) “no son heterosexuales ni homosexuales”. Ni siquiera aunque todas y cada una de las personas que compitan o jueguen sean bolleras o maricones.
Más ejemplos: Los y las estudiantes, cuando se van de casa para estudiar, aprenden a cocinar, a lavar la ropa, a comprar. Y todavía tengo ganas de ver anuncios de detergentes en que se visibilice a colectivos que existen, y no tienen ni por qué ser tan jóvenes. Vamos, estoy harta de que casi siempre sean madres e hijas las que aparecen en los anuncios de detergentes. En el único que recuerdo en que aparecía un par de chicos, uno tenía una «cita» con una «churri», o algo así.

Pero no podemos omitir que heterosexual es una palabra ambigua

Ya que puede hacer referencia tanto a la heterosexualidad obligatoria como a las prácticas heterosexuales. Como dice Aránzazu Hernández, «Perder el sentido de la heterosexualidad como institución contribuye a mantener la ilusión de la naturalidad de la heterosexualidad, e impide desvelar el funcionamiento sociosimbólico que la sostiene». Es nocivo el sistema de la heterosexualidad obligatoria, el cual lo usa todo bajo los esquemas heterosexuales, y sólo piensa y habla en heterosexual. Es un sistema basado en:
  • el machismo en que jerárquicamente lo masculino es diferente y superior a lo femenino, los hombres a las mujeres, y los homosexuales masculinos superiores a los afeminados.
  • el falogocentrismo (falocentrismo+logocentrismo) es el discurso que fundamenta al machismo y al falocentrismo: la razón es de los hombres, el discurso, la historia, la memoria es masculina, al igual que las prácticas sexuales son coitocéntricas y miran sólo al sexo pene-vagina, poniendo por encima el deseo del varón hetero por encima del de su compañera afectivo-sexual (mediante el continuo aconsejar de qué ha de hacer la chica heterosexual para gustar, para no aburrir, para resultar deseable, para no poner de los nervios… jolín, si estoy cabreada, déjame demostrarlo. Si estoy preocupada, ¿me lo tengo que comer y guardarlo para una persona que aprecio, sólo porque le puede sentar mal? Qué inútil, tener relaciones sentimentales para que la comunicación no fluya). Me aventuraría a decir que desde hace unos cuantos siglos también es heterosexual mientras no te pillen homosexual. Las mujeres están invisibilizadas, olvidadas, y más si no están cerca de un hombre que las recuerde para la posteridad. 
    Y aunque últimamente haya más presencia de feminismo, mujeres y lesbianismo en los discursos académicos, la Academia sigue en demasiados ámbitos siendo extremadamente misógina: desatendiendo desde geografía las pérdidas demográficas de la caza de brujas, o a autoras que merecen la pena. El argumento misógino y falogocéntrico (que no se cuestiona que la presencia de los hombres en esa materia también en su momento se eligió y se sigue eligiendo) más dañiño de todos es que “si no se estudian mujeres, personas no blancas, no heterosexuales, no misóginas… es porque no merecen la pena”. No porque se hayan invisibilizado por intereses históricos, para olvidarlas del imaginario colectivo, y así pensemos que no tenemos futuro si queremos tener una vida disidente, puesto que el máximo elemento para entender a las mujeres que se resisten al matrimonio, o es “mujer sola”, “vieja loca con 27 gatos…”, o, uno de los modos de ocultar el lesbianismo “son dos mujeres que se quedaron solas y viven juntas para hacerse compañía, las pobres” 

    ¿Desde cuándo eres así? o ¿Si no enseñasen a toda la sociedad a ser heterosexuales, habría tanta gente que elegiría la heterosexualidad?

    Parece casi que la heterosexualidad venga de serie, y como mucho la lucha ahí se limite (que no quiero decir ni mucho menos que sea poco, no me malentendáis) a procurar no mantener relaciones de abuso para tener un deseo y una relación positiva, una salud emocional controlada y consciente. Trabajo que tampoco hemos de olvidar las lesbianas, los gays, la gente bi, trans, pan, …
    Hay lesbis que saben que lo son “de toda la vida”. Otras dicen “joder, me he enamorado de una mujer” estando casadas y con hijxs. Otras, nos dimos cuenta de que el rollo hetero no nos llamaba y nos empezamos a plantear nuestra no-heterosexualidad. Las hay que al darse cuenta de no ser heteros lo dicen. Las hay que lo callan.
    Algunas, antes de “salir del armario” tienen bastante tiempo para afrontar y deshacerse de la homofobia que han interiorizado a lo largo de su vida. A otras, las pillan antes de que lo hayan terminado de asimilar.
    Hay lesbianas trans: lo que más me gusta de ellas es que a la mentalidad heterosexual se le hace un nudo en el cerebro que le demuestra lo ridícula que es: “¿Querer ser mujer en un mundo machista? ¿Renunciar a ser “varón”? ¿Renunciar a ser “heterosexual”? ¿Qué es esto? ¿Cómo alguien puede desear perder tantísimos privilegios?”.

    Lo haces para llamar la atención

    Y, por mi experiencia, según por dónde te metas, llamas mucho la atención por ser bollera. Como cuando (gracias por nada, mentalidad heterosexual) nos interrumpe un desconocido pensando que somos heterosexualmente activas por estar tan acarameladas. O, mejor aún:
    Cuando la gente heterosexual se da el lote en un bar, no pasa nada. Quizá incluso el resto de gente, yo incluida, les dejemos espacio y no les molestemos ni les miremos, como muestra de respeto. Sin embargo, si se besan dos personas a las que socialmente ven como mujeres, pueden producirse las risas, las caras de imbécil, los insultos y las faltas de respeto que nos acorralan a mi amiga y a mí y que me hacen pensar que me han metido sin comerlo ni beberlo en un freak show. Esto es impensable si quienes se dan el lote son heteros, aunque sea por el machismo de que quienes nos avergüenzan se encuentran en este segundo caso con un tío que les intimide, detenga, y pueda “partirles la cara”
    El corolario del “lo haces para llamar la atención” es “a mí me parece bien que haya homosexuales, pero que hagan sus cosas en privado”. Vamos, invisibilidad total de la homosexualidad, que queda como una anormalidad, algo que hay que esconder (y algo que no quedará en la memoria común, que por lo tanto mostrará muy sesgadamente qué vidas son posibles… y la no-heterosexualidad o la transexualidad no formarán parte de esas vidas relatables, por lo que estas propuestas vitales olvidadas impiden una historia: piensas que no hay nadie como tú que termine bien, un montón de películas te lo demuestran, de modo que prefieras seguir a lxs demás)… o sea, una búsqueda de que lo único visible siga siendo la heterosexualidad: pobres, saben que el garito de la heterosexualidad nunca ha funcionado, y pretenden que nos creamos que sí. La táctica básica es que es una guerra de desgaste: son diferentes las personas que te declaran su homofobia, como queriendo que te erosiones como lo haría una roca con el viento, y marcando que los varones hetero pueden estar en todas partes… pero quienes no lo sean, han de estar “en su sitio”, o escondidxs, o en una peli porno en que aparecen mujeres para servir al deseo del hombre heterosexual. Una compa mía lo dice muy bien: ese porno no es porno lésbico, sino heterosexual. Shakira y Rihanna no han compartido ni una mirada en ese vídeo ridículo en que salen: están atentas a la mirada de la cámara, no hay deseo en ese vídeo…

    Las jerarquías. Ya nos discriminan por lesbianas, ¿por qué no discriminarnos entre nosotras? Lesbofobia entre lesbianas que te admiten que lo son.

    Este es un tema que me preocupa mucho: la pluma es un instrumento muy útil para reconocernos y activar en otras personas su “radar”. Creo que es el único caso en que en el esquema heterosexual se anula la presunción de heterosexualidad. Cuanto más acusada sea la pluma, mejor para quienes no
    tenemos ningún tipo de radar y lo único que nos revela que alguien entiendees que nos lo diga explícitamente.
    Pero claro, hay gente plumófoba: lesbianas que discriminan a las masculinas, o varones homosexuales que no aguantan a los afeminados. O viceversa, podemos atrincherarnos como chicos afeminados o camioneras y decir que las lesbianas femeninas y los maricas masculinos se aprovechan en el mundo de la heterosexualidad de su aspecto “poco transgresor”, aprovechándose de los privilegios concedidos a la gente heterosexual. Todo depende de dónde pongamos las jerarquías, tan peligrosas porque permiten discriminar. ¿Para qué hacernos la vida más habitable, cómoda y feliz, si podemos esforzarnos por crear y mantener rivalidades?
    Otra cuestión que me parece muy molesta es que estemos tanto tiempo esforzándonos por aceptar nuestra/s orientación/es del deseo, sintiéndonos cómodxs cuando se nos acepta… y que discriminemos a la gente por su orientación sexual, por la cual no nos relacionemos de los modos como querríamos: me refiero a la bifobia y a la fobia a la gente pansexual (lo pongo a lo largo porque igual “panfobia” despista).

    La homofobia es estratégicamente útil para mantener el poder

    Pienso que la LGTBQIA…-fobia se nutre de un desconocimiento absoluto de que la sexualidad no es algo impuesto, indubitable, sólido y “natural”, como nos enseña el régimen de heterosexualidad obligatoria. Esta mentalidad heterosexual no concibe nada más allá de ella misma, del esquema heterosexual, lo cual crea situaciones muy ridículas, como la bien conocida “¿Y quién es el chico y quién es la chica de la relación?”. En una relación bollo, no hay chico. En una relación marica, no hay chica: de eso se trata.
    Si a la terrorista (porque causa miedo, opresión, violencia, humillación, suicidios… ser bi, trans, bollo, marica o pansexual, y ya está bien de no llamarlo por su nombre) mentalidad heterosexual le sumamos la impotencia, el darse cuenta de que hay muchas injusticias, podemos vernos ante una situación muy peligrosa: el aprovechar la situación de privilegio que confiere la heterosexualidad para tener a alguien que haga de saco de boxeo o de chivo expiatorio.
    E incluso algunas legislaciones pueden hacer oídos sordos a sabiendas, y aprovecharse de la homofobia, bifobia y transfobia existentes: no se está luchando contra quienes son responsables de las injusticias, y las fuerzas,
    que (a mi juicio) deberían ir destinadas a reclamar unos derechos y unas libertades determinadas (que toda persona tenga un techo bajo el que vivir, educación, sanidad, alimentación… de calidad. Que se pueda reclamar justicia y conseguirla…) van contra quienes están menos privilegiadxs que nosotrxs. Esta gente con LGTBQIA…fobia está descargando esas fuerzas contra quienes no son culpables más que de sentir/se y quererse así, que reclaman no ser rechazadxs y ser tratadxs con el respeto que como personas merecen.
    De modo que la impotencia es descargada por otras vías en que sí que se tiene poder, sobre gente inocente. Esto es estratégicamente demasiado útil para un sistema corrupto e hipócrita como para no contemplarlo como crucial en un análisis sobre la LGTBQIA…fobia. Esta gente es necesaria para cumplir el papel de chivo expiatorio, y, a su vez, sirve para que a otras personas ni se les ocurra no ser heterosexuales, heteronormativas…
    ¿Chivo expiatorio? ¿Saco de boxeo? O sea, ¿que se te quita el estatuto de persona? Curioso, porque he dejado de ser persona cuando te has enterado de que no soy como tú… ¡cuántos caprichos! Pero bueno, yo apoyo la reivindicación de que el contenido de la carta de los derechos sexuales y reproductivos forma parte de los derechos humanos. Y esta carta defiende la diversidad afectiva-sexual, lo cual me parece bastante coherente, ya que pedir a la gente que cumpla un único rol (definido por Wittig como «serás heterosexual o no serás») que le molesta no sólo es opresor, poco habitable, inaguantable, homicida… es absurdo. Claro que podemos enmascararnos y pretender vivir en el teatro de la heterosexualidad, pero, ¿vale el peso de la máscara que se nos impone violentamente?

    No salir del armario está justificado: si hubiéramos nacido en un entorno totalmente favorable a lo LGTBQIA… no tendríamos que pasar por una homo-lesbo-transfobia antes de salir del armario, ni tendríamos que esperar a que la gente de nuestro entorno se acostumbrase(cosa costosa pero necesaria: si hay amor e interés por mantener una relación humana, creo que se aceptará la no-heterosexualidad)
    Si descontextualizásemos todo y más, podríamos incluso decir que decirse homosexual no aporta nada: puedo ser bollo y esto no significa que me gustes tú. Simplemente significa que me atraen personas que están marcadas como mujeres, lo cual no concreta apenas nada.Pero la gente no se desvela por heterosexual porque se le presupone la heterosexualidad
    Resulta que estamos en un mundo que oprime a la gente no heterosexual (y creo que la gente hetero que mantiene relaciones intergeneracionales, relaciones abiertas o poliamorosas, etc. tampoco se nutre mucho de los beneficios de lo políticamente correcto para la heterosexualidad aceptable y  aceptada), por lo que la salida del armario es un recurso políticamente imprescindible para exterminar y luchar contra la opresión por no pertenecer (¿queramos o no?) a lo aceptado socialmente.
    El fin de la visibilidad es, a mi juicio, encontrar complicididades, animar al diálogo para así eliminar el rechazo a la gente diferente, y anular la homofobia: que deje de despedirse por la orientación sexual, por ejemplo, buscando tapaderas para encubrirlo. Y que si nos suicidamos sea por otra cosa diferente. Así, la mentalidad heterosexual caería por su propio peso.

    Salir del armario

    ¿Por qué? Porque la presencia da existencia. De la gente homófoba da homofobia, pero a mí, por ejemplo, la visibilización me da valor para visibilizarme. A algunas personas les rompe los esquemas heterosexuales, de modo que les causa al final aceptación (no va a dejar de haber gente no heterosexual, habré de ir acostumbrándome). A final abre, al igual que deja lugar a espacios no habitables: haters are gonna hate(aunque la gente del opus no tiene mucha credibilidad fuera del Gobierno y de ciertos espacios minoritarios), pero otras personas lo van a llegar incluso a practicar porque van a ver que es en esos espacios donde se sienten más cómodas.
    Siempre se está afrontando el salir del armario, no es algo que se haga de una vez, se hace con todo el mundo continuamente… a menos que tengas más plumas que un pavo real: en círculos feministas, con amistades, compas… “no tengo pareja, ¿por qué decirlo?”. Quizá sea por miedo a señalarse. Porque, cuando se trata de otra persona, que otra persona entiende, podemos decirlo tranquilamente, la atención no está fija en nosotrxs. Pero señalarnos, mostrarnos, tocarnos… como homosexuales, pansexuales… sigue siendo una cuestión política, para luchar contra la invisibilidad que nos condena, resguarda… y nos sigue llevando a ser espectaculares, señalables como en un freak show. Pero que también nos mantiene más tranquilas

    “Mujer/hombre de verdad”

    Como feminista y lesbiana, me encanta el posicionamiento de que si la sociedad dice que si te comportas así y te gustan unas personas que ella no admite, es que no eres “una mujer de verdad”. La intención de la sociedad es que estás haciendo algo mal y quieres cambiar. Pero yo, y no sólo yo (para quien le interese más este tema, Monique Wittig es su lesbiana) pienso que esto significa que hay más mundo aparte de “la mujer de verdad”. Término que 1: no creo que exista; 2: (en el caso de que se señale
    a unas personas como las cuales tendríamos que ser) que nos haga el mundo menos habitable y se nos discrimine más porque otras personas nos quieran a su modo es muy mezquino. No me quieres a mí, sino que quieres a otra persona, quizá a ti mismo, y, antes de asumir la diversidad aceptándola, te crees superior a mí y lo único que buscas es empeorarme la vida. Menudos hobbiestiene la gente.
    Como hay más mundo aparte de la “mujer de verdad” y el “hombre de verdad”, ¡reivindiquémoslo! ¡Creémoslo! Y creamos en él. Los artificios “hombre”, “mujer”… son meros conceptos que crean realidades porque hay gente que cree en ellos y actúa de esos modos.  ¿Para crear hay que creer?
    Pienso que aun así puede ser interesante, para  no obviar del todo las diferentes experiencias del propio cuerpo y de la personalidad en una sociedad concreta, el uso de las categorías “hombre”, “mujer” , y las que se quieran acoplar que no quieran jugar en el juego binario hombre-mujer, por la violenta imposición de roles sexuados y esquemas binarios (las chicas, de rosa. Los chicos, de azul. Las chicas, en letras. Los chicos, en ciencias. Las chicas, cariñosas. Los chicos, duros) y porque en este binarismo sexual, la única opción sexual que la cultura (desde hace demasiado) visibilizó como única opción posible y que todavía sigue entendiendo desde su estructura homófoba es la heterosexualidad.  De ahí, que quien no se adapte a las exigencias sociales no sea un “verdadero hombre” o una “verdadera mujer”, visibiliza así la posibilidad de que exista algo que se escape a los estereotipos más o menos rígidos. Simone de Beauvoir ya dejó claro que el cumplimiento absoluto de estos estereotipos resulta ridículo

    Lesbiana

    En ocasiones, es para mí una simple categoría que uso políticamente para señalarme, a veces se me hace rara la palabra, que entiendo más como parte de mi conciencia en las clases sexuales y en mi lucha feminista, la cual llevo a cabo a través del modo como me voy mostrando a lxs demás y a mí misma, y a través de algunos colectivos feministas de mi provincia en que participo con entusiasmo, como «no heterosexual» y como «mujer».

     

    Eres bollera porque eres tan fea que no les gustas a los tíos”
    Eso no te lo crees ni tú, para empezar: hay que ser muy machista y homófobo para decir eso: enhorabuena por la idiotez, demuestra tu absoluto desconocimiento de lo que te rodea. Para seguir, ¿eres hetero porque no atraes a los tíos?
    ¡Yo quería nietxs!”
     
    1. ¿Con los medios de embarazarse siendo bollera y de adoptar me dices esto?
    2. Además, ni siquiera quiero pasar más tiempo con niñxs del que pasaría una tía molona.
    3. ¡Que no me gustan lxs niñxs, ni los tendría aunque fuera heterosexual! ¡Deja mi orientación del deseo en paz, que no tiene que ver!
    Hablan de hijxs que no criarán, suponiendo que sus hijas, de ser heteros, les habrían regalado una horda de diablillxs llorones. Presionándolas a ser madres como si hubiera un precipicio, invisibilizando las opciones de no casarse o no tener criaturitas. ¡Si quieren nietxs, que adopten en su propia casa, y dejen de encargarlxs! Sé que como tía guay yo sería una pieza, pero la crianza me parece propia de una peli de terror, motivo por el que siempre he aplaudido el aborto.

    Conclusión

    También cuando acudimos a servicios sanitarios, en que se da por supuesto nuestra heterosexualidad… y para qué seguir. El dispositivo de la estructura heterosexual se encarga de formar un imaginario que se cae por su peso si se nos ocurre invertirlo (¿Cuándo decidiste que eras heterosexual? ¿En la guardería, cuando tenías novia? ¿Eres heterosexual porque tienes una mala relación con las personas de tu propio sexo?) y que todxs conocemos a la perfección cuando es el momento: se nos ha enseñado de un modo tan sutil, como con fuego, que la herida provocada por la intolerancia duele cuando viene a cuento: Es el mundo al que nos tenemos que enfrentar cuando descubrimos no ser heterosexuales o cuando alguien a quien apreciamos resulta ser bollo, marica, bi, pansexual, o quién sabe.
    La heterosexualidad se ha construido negando lo demás. Tachándolo como una desviación, cruzando los dedos para que sea una fase. O, mejor aún: la heterosexualidad ha convertido a las disidencias en su chivo expiatorio: estoy frustrado o frustrada, y voy a por alguien débil, vulnerable: a por esa lesbiana, ese maricón… para sentirme mejor. En vez de afrontar los problemas reales y buscar unas responsabilidades, nos aprovechamos de nuestra situación de superioridad para maltratar impunemente. Callamos para que no piensen que somos anormales por no quedarnos aceptando esa violencia, esos insultos, esa humillación. Y nos dejamos hacer, desesperadxs, porque somos lo peor, rarxs, y merecemos ante la visibilidad ese dolor.

    BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL PARA TRATAR EL TEMA.

    BUTLER, Judith, “Variaciones sobre sexo y género. Beauvoir, Wittig y Foucault”.
    FOUCAULT, Michel, “El sexo verdadero”
    GIMENO, Beatriz, Historia y análisis político del lesbianismo
    HERNÁNDEZ PIÑERO, Aránzazu, Amar la fluidez
    HERNÁNDEZ PIÑERO, Aránzazu & BURGOS DÍAZ, Elvira, “El deseo lesbiano como potencia feminista”
    ROCHLIN, Martin, “El cuestionario heterosexual”. Lo puedes encontrar en este link.
    RUBIN, GAYLE, “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”
    WITTIG, MONIQUE, “No se nace mujer“ y “El pensamiento heterosexual”, en El pensamiento heterosexual y otros ensayos
    WOOLF, Virginia,Una habitación propia
    Trabajo realizado por EgoMeFilo.

     
     
Día contra la homofobia. Por EgoMeFilo

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