Estos días hemos tenido el blog de «El Andamio de Enfrente» algo parado, pero es que muchas de nosotras estamos de vacaciones. Así que os voy a dejar un relato que alguna de vosotras ya conoceréis pero que nunca publiqué en esta comunidad. Se titula corriendo a la meta.
Tus curvas me llevarán a la perdición.
Recorro tu cuerpo con mis manos como si tu fueses un lienzo y yo la artista que lo cubre con su pincel húmedo, dibujando formas que recorren tu piel, buscando un único objetivo: tu placer.
Saboreo tu cuerpo como si fueses el plato más sabroso que jamás nadie haya degustado jamás. Mi lengua recorre lentamente las gotas de humedad que de ti surgen descubriendo el dulce néctar que brota de tus firmes senos, acercándome de nuevo con mis manos y mi boca a la meta deseada.
Tiemblo contigo cada vez que me rozas con las yemas de tus dedos. El tacto de las sábanas de raso acarician mi espalda sensibilizando mi piel todavía más, mientras tus piernas se enlazan a las mías formando un lazo que ninguna de las dos desea deshacer. La humedad embarga el colchón y la tenue luz de la habitación convierte los dorados reflejos de tu cabello en destellos que se escapan entre mis manos con cada movimiento de tus caderas.
Muerdo tu cuello suavemente intentando llevarme algo de ti, la pasión me embriaga pero quizás siga buscando el tesoro que llevo buscando parte de la noche. Acaricias mi espalda y bajas las manos hasta debajo de mi cintura. Mi lengua busca la tuya, mientras mis manos se abren camino entre tus muslos. La meta se acerca. Y en nuestra carrera enlazada ya no pensamos, solo sentimos. Nuestros corazones comienzan a latir al unisono y nuestras piernas se entreabren permitiendo que las yemas de nuestros dedos comiencen a acariciar el botón más escondido de nuestro cuerpo. Resbaló con mi mano por la puerta del cielo en la tierra, tu cuerpo, que en agradecimiento a mis caricias se abre y me permite llegar a tu interior. Suspiras, gimes, me llevas a la locura.
Muerdo la almohada, ya no puedo mas. Encajamos irremediablemente acompasando nuestros movimientos en nuestra desenfrenada carrera, nuestros cuerpos tiemblan, los corazones se aceleran, los flujos se entremezclan. Apenas puedo besarte ya. Espasmos de placer invaden mi cuerpo, tan solo puedo jadear.
Cruzamos la meta por fin, corriendo aceleradamente para no dejar nada atrás. Agotadas caemos en nuestro lecho. Lo hemos conseguido, hemos ganado el oro en nuestras olimpiadas particulares. ¿Preparada para la siguiente carrera?
Cicuenta sombras de Cuchi «Corriendo a la meta»