¿Se puede distinguir entre disforia anatómica y disforia funcional?

De una conversación vespertina con una gran amiga transexual surge esta reflexión, donde sus palabras las hago mías y forman así un todo, que espero sirva para ilustraros y abrir las mentes a reflexiones nuevas y diferentes. Especialmente a esas personas que estudiáis los hechos y las vivencias de personas y sujetos transexuales, para comprender y aprender…

Sé que si Dios quiere, dentro de unos meses estaré operada y podré dar la noticia y reafirmarme en mi razón ante todos. Sé también que no es necesario legalmente, pero supongo que esa decisión, cuando llegue, me podrá ayudar en este camino.
Me preocupa que, en un terreno competitivo y muy profesionalizado (como es el deporte), la decisión del COI puede dar lugar a grandes polémicas. En todo caso, las personas dispuestas a operarse tendrán a su favor una prueba irrefutable, pues para un hombre, lo que emprendemos con alegría es lo más inimaginable.

Cuánto más incapié hago en las entrevistas sobre la necesidad de transformar la sociedad y aceptar la diversidad más se disipa mi disforia genital. Aunque la sigo sintiendo como una necesidad personal e individual, me gusta pensar que puedo defender (al menos en esta fase breve de figuración pública) la feminidad del pene, la feminidad de las personas trans, más allá de su genitalidad… y abrir un camino a infantes que vienen aceptando desde la infancia esta diversidad y riqueza tan infinita.

Lo más importante para mí es lo de «más se disipa mi disforia genital». Ojalá se consolidase este sentimiento en mí y en otras personas trans. Lo demás es organización social.

Sí… aunque también hay algo que supedita y condiciona esa disforia. Es la «inutilidad» del órgano en sí, en tanto en cuanto su uso y función es meramente urinaria, todo va bien. En cuanto da muestras de actividad eréctil repunta el sentimiento de disforia.

Entonces se puede distinguir entre disforia anatómica y disforia funcional. La segunda se puede arreglar con la hormonación.

Esta actividad es prácticamente inexistente pero aún hay alguna circunstancia en la que me resulta inevitable que suceda… con mucha discrección eso sí. Sin ser lo que otrora fue, pero sí se da a veces un pálpito, se trasmite una sensación neuronal de excitación bidireccional y cerebro y genital actúan y reaccionan.
Por lo tanto esta es una causa suficiente (para mí) para no compartir el vestuario, aunque me han mostrado su aceptación dentro del mismo las compañeras. Conociendo el dato relativo a mi aspiración por operarme.

Y no sólo es cuestión de no compartir el vestuario, es que repunta el deseo de cortarlo, o de inutilizarlo «del todo»…

A veces pienso que la extirpación del escroto y su contenido podrían ser suficientes… por aquello de mejorar la ocultación bajo la ropa. No obstante, una vez que entramos en quirófano, porque las soluciones no invasivas resultan insuficientes, es una opción perfectamente válida la de extirpar el conjunto completo, del escroto, los testículos y el cuerpo peneano… reubicando la uretra sin construir ninguna cavidad.

En este sentido, es importante valorar la función del órgano penil y sus significados dentro de nuestra imagen corporal.

Quizá por eso mismo es que a veces pienso si en el futuro podría llegar a echar de menos la capacidad de «orinar de pie» y si me adaptaría a la inexistencia total de «eso» aún cuando «eso» es algo cuya existencia ha «amargado» toda mi experiencia vital.
De modo que una parte funcional y pragmática aporta la duda sobre dejar estar «eso» para su uso urinario.
Y una parte emocional, psicológica, social y estética pide a gritos extirpar «eso» para poder hacer uso de ropa ajustada, bragas, bikinis, mallas, etc.

La duda está ahí, y ahora toca reflexionar…

DISFORIAS DIVERGENTES por Antía Trans

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