Cap-4                                       Me atreví a darle un abrazo de koala 

  Al terminar de desayunar ella se fue a la ducha y yo me fui dando saltitos hasta el salón a rescatar a mis olvidadas muletas. De modo que ya me sentí libre para moverme con autonomía y empecé a recoger el dormitorio, la ropa del suelo, llevar mis cosas a mi armario, doblarlas y colocarlas, etc. Miré por la ventana cuando oí el paso de una ambulancia de Cruz Roja seguida de la Policía Local y me quedé ensimismada, pensando en que algún día yo conseguiré ser algo más que una transexual marginada y excluída socialmente que se dio a conocer por hacer deporte. Y en esas estaba, absorta, como me quedo muchas veces, cuando unas manos me rodearon por la barriga. Estaban calentitas, y sus brazos también. Me besó en la nuca y me dijo.
– Cuando escuché las sirenas desde el baño supe que te encontraría mirando por la ventana.
Y sonreí feliz, y ella me devolvió la sonrisa a través del reflejo de la ventana, donde las dos estábamos tan espléndidas, tiernas y guapas, abrazadas como si arrastráramos una larga relación.
Y le dije:
– ¿Te imaginas…?
Sin haber acabado, ya había dicho que sí y con sus brazos me había girado casi en el aire y estábamos besándonos.
Y por primera vez en mi vida me atreví a darle un abrazo de koala a alguien.
Yo era sumamente feliz en sus brazos y no quería bajarme nunca.
Sin embargo me posó en el suelo y se despidió.
Bueno, nos despedimos durante más de noventa minutos, era obvio que ella no quería irse y era obvio que yo no quería que se fuese, pero a veces las cosas son así, reales, y no como una las sueña.
Fueron tantos los besos que nos dimos, abrazos y más abrazos, que era imposible despegarnos, aunque como ya dije acabó yéndose, no sin antes acariciarme desde las orejas a la yema de los dedos con tanta parsimonia que llegué a creer que me habían crecido últimamente, en serio. Fue un recorrido lento, largo, delicado y sensual. Se paró a dibujar con los dedos las líneas musculares y seguir la veta de las fibras, poniendo cada uno de mis vellos de punta… bueno, estoy tan depilada que creo que no había vello alguno que poner de punta. Pero hubo algo que sí recogió todos esos impulsos, una parte de mi cuerpo, inerte y dormida, ignorada desde hace años volvió a la vida para decir «aquí estoy» y me sonrojé…
Luz notó esa reacción de mi cara y me miró intrigada, sin darle respuesta dejé que siguiera, y llegó hasta los dedos y los entrelazamos.
Entonces sí fue cuando la abracé y siguiendo un impulso inconsciente que no sé de dónde salió (o quizá sí lo sé) justo allí, bajo el umbral de la puerta, apreté mi cuerpo entero contra el suyo y con su mirada me hizo saber que estaba notando las ganas de volver a verla que tenía.
Me dio un beso en la mejilla y se giró, su pelo describió una ola de frescura como esas de los anuncios. Cerré la puerta tras de mí para no verla marchar.
¿Y ahora qué iba a hacer? Había encontrado una nueva luz con la que sentirme iluminada, que sin duda me iluminaba la cara con la enorme sonrisa que me dibujaba. Pero habíamos empezado el día hablando de paz y armonía asexual y terminamos la mañana así, con una erección… que por lo menos no era involuntaria, ni traumática…
…pero voy a tener que dejar de depilarme, creo que prefiero tener los vellos de punta, creo…
Blong
Sonó la BlackBerry en el dormitorio.
Pero vi cómo estaba la cocina y decidí pasar de ella y de quien quiera que fuera.
(Continuará…)
«Hay una luz en el baño» por Antía Trans

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