Cap-5      Sonó la BlackBerry en el dormitorio                                                      
Blong
Sonó la BlackBerry en el dormitorio.
Pero vi cómo estaba la cocina y decidí pasar de ella y de quien quiera que fuera.
Me puse a recoger, con cuatro bolsas empecé a separar cristales, bueno, vidrio… plásticos, latas y envases… orgánicos y papeles o cartones sucios… papeles y cartones limpios… y junté unos cuántos tapones para uno de esos proyectos solidarios. No me llevó mucho tiempo, algunas de las bandejas de pinchos y canapés las dejé para el final y parte me la comí, me hace gracia, sentada en el suelo, con varias bolsas de basura alrededor, comiendo sobras de comida del día anterior. Quien me viera pensaría muchas cosas, pero ninguna buena o positiva. Sin embargo era la mujer más feliz del mundo en aquel momento y en aquellas circunstancias, sí, sin duda alguna era feliz.
Y no insisto porque sé que nadie me creerá, sólo estaréis pensando en las bolsas de basura y en lo frío que está el suelo de una cocina, y lo entiendo, pero nada de eso importaba, de verdad.
Guardé parte de comida para la noche, en la nevera, me desplacé a gatas hasta allí y de nuevo hasta las muletas.
Me puse en pie y desde esta perspectiva, sí, tenéis razón… era ridículo ser feliz sentada en el suelo de la cocina y rodeada de bolsas de basura amarillas, rosas, verdes y azules. Incluso quizá creéis que soy una paranoica por tener bolsas de basura de colores, ¿verdad? Tuve que hacer seis viajes para acercar las bolsas a la entrada, porque al usar muletas no podía llevar más de una de cada vez. Y tampoco iba a ir a ninguna parte, dado mi estado y la necesidad de hacer reposo con la pierna en horizontal.
Cuando vi que era suficiente me fui al salón, quedaba algo de confeti pero iban a venir mi BAE y Bea a ayudarme, de modo que eso se lo podía dejar a ellas. Me fui al cuarto de baño, lo encontré recogido y no parecía que se hubiera duchado nadie allí, de no ser por las gotas del tercio superior de la mampara, que solían ser las que más tardaban en secarse. Me gustó esa sorpresa, no había ni un tarro o bote de la balda del espejo fuera de sitio.
Seguí mi camino hacia mi dormitorio pasando antes por el de las visitas y vi que la cama estaba hecha, las sábanas usadas dobladas encima de una silla, no parecía que hubiera pasado algo tan increíble esa noche. Parecía que no hubiera pasado nada, la verdad. Y seguí hacia mi dormitorio.
Me vi reflejada en la ventana desde el umbral de la puerta y recordé que hace unas horas ese reflejo estaba más completo, mi ropa ordenada y colocada en su sitio, mi cama sin deshacer, claro… y mi BlackBerry dando señales de vida desde la mesita de noche.
Bajé la persiana hasta la mitad y entonces sonó de nuevo la BlackBerry, decidí que era hora de ver quién había escrito… me metí en la cama y acomodé mi pierna lesionada en horizontal, para hacer reposo. Tomando en la mano el que se había convertido en mi único medio de contacto con el mundo exterior desde mi lesión de rodilla.
Habían escrito Bea y mi BAE para confirmar que una llegaba a las 16:30h y la otra llegaría a las 17h.
Bien, dije, tenía ganas de contarles lo que había ocurrido.
Y entonces un mensaje desde un número desconocido me decía;
«No se lo cuentes a nadie, por favor!»
Miré mi BlackBerry durante unos segundos y antes de contestar consulté el registro de llamadas. Pero no había ninguna novedad, de hecho era imposible que la hubiese usado nadie, mi BlackBerry tiene contraseña y es inaccesible, excepto para Sofía.
(Continuará…)
«Hay una luz en el baño»por Antía Trans

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